Escalas sin retorno: la inquietante cadena de desapariciones en las tripulaciones de PIA

Por Editorial VeN |  30 de Noviembre de 2025



Un sobrecargo veterano de Pakistan International Airlines se esfumó tras aterrizar en Canadá, sumándose a una inquietante serie de “desapariciones” de tripulantes durante escalas en Toronto.

Nadie en la cabina del vuelo PK798 imaginaba que, al apagar los motores en Toronto, uno de los suyos estaba a punto de cruzar una frontera mucho más difusa que la de un país: la de la desaparición. El sobrecargo, un tripulante veterano de Pakistan International Airlines (PIA), cumplió rigurosamente con sus funciones durante el largo enlace desde Pakistán. Pero al día siguiente, cuando la operación de regreso a Lahore debía ponerse en marcha, su nombre fue el único que no respondió al “crew check”.

Según la versión oficial, cuando la aerolínea logró localizarlo por primera vez, el tripulante alegó problemas de salud para justificar su ausencia del servicio. Después, el silencio. Ninguna visita al hospital documentada, ninguna comunicación con la jefatura de cabina, ningún registro de embarque. Solo un vacío administrativo que dejó a la compañía con un asiento de tripulación vacío y un expediente disciplinario abierto.

El caso no es un hecho aislado, y ahí es donde la historia adquiere un matiz inquietante. Se trata, al menos, del tercer miembro de tripulación de PIA que “se desvanece” en Toronto tras llegar en vuelos regulares de la aerolínea. En todos los casos, el patrón se repite: llegada desde Pakistán, tiempo de escala, ausencia injustificada en el vuelo de retorno y una última excusa vaga antes de romper todo contacto. Detrás, apenas indicios: rumores de solicitudes de asilo, expectativas de una nueva vida en Canadá, o la huida silenciosa de un contexto económico y social cada vez más precario.

La dirección de PIA habla de “abandono ilegal del servicio” y promete sanciones ejemplares, pero puertas adentro cunde la sensación de que la compañía ha perdido el control sobre un fenómeno que va más allá de su manual de operaciones. Los sindicatos de tripulantes, por su parte, reclaman transparencia: ¿qué sabían los mandos sobre las condiciones de trabajo y las presiones a las que están sometidos estos profesionales? ¿Hasta qué punto el avión se ha convertido en pasarela de fuga para quienes ven en determinadas escalas una oportunidad irrepetible?

Mientras las autoridades migratorias canadienses guardan silencio y los expedientes se acumulan en los departamentos de Recursos Humanos, en los pasillos de las tripulaciones se teje una trama casi de novela. Se habla de compañeros que dejan pistas mínimas a familiares, de maletas que nunca vuelven a los hoteles de pernocta y de teléfonos que, de un día para otro, solo devuelven un mensaje de buzón apagado. En la terminal de Toronto, el flujo de pasajeros sigue su rutina, ajeno a que, de vez en cuando, alguno de los uniformes que los ha acompañado en el vuelo deja de ser parte del paisaje aeroportuario y se disuelve, sin despedida, en la multitud anónima de la ciudad.

En el expediente del sobrecargo del PK798, por ahora, solo constan unos pocos datos objetivos: número de empleado, rutas voladas, último vuelo operado, una llamada alegando enfermedad y una ausencia que ya se ha prolongado más allá de cualquier protocolo. El resto son preguntas sin respuesta. ¿Plan premeditado o decisión impulsiva? ¿Asilo político, búsqueda de oportunidades o huida personal? Hasta que las autoridades canadienses o el propio protagonista rompan el silencio, el caso seguirá engrosando una lista que inquieta a la aerolínea y alimenta la sensación de que, en algunas escalas, no solo se cruzan husos horarios, sino también destinos que se reescriben en secreto.

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